“En un mundo ordenado más humanamente, y más consciente de dónde radican las principales responsabilidades humanas de los arquitectos, los capítulos siguientes no necesitarían excusa alguna, y probablemente nunca hubiesen necesitado ser escritos. Habríase puesto de manifiesto, hace tiempo, que el arte y el negocio de crear edificios no es divisible en dos partes separadas intelectualmente, las estructuras, y los servicios mecánicos por el otro.
Aún cuando el hábito industrial y la ley contractual parecen imponer tal división, la misma es falsa.»